Energías para la transición. Debates de las mujeres sobre transiciones socioecológicas
14 junio 2023
Por: Tatiana Roa Avendaño
Introducción
Durante los últimos dos siglos, la sociedad occidental y el sistema económico que la sustenta han construido su progreso en base al uso de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas. Sin embargo, este desarrollo moderno ha llevado a la destrucción no solo de pueblos y culturas, sino también ha afectado el clima y ha influenciado nuestras aspiraciones y anhelos.
El intenso consumo de energía se ha logrado gracias a la disponibilidad de energías como el petróleo y el gas, que son baratas, de fácil extracción, almacenamiento y transporte, pero que generan graves consecuencias ambientales y sociales. Este sistema económico y energético violenta tanto los cuerpos de las mujeres, los trabajadores y los territorios, como también usa la fuerza contra aquellos que defienden estos territorios. Además, existe una conexión entre el modelo económico basado en la explotación de la naturaleza para la extracción de la riqueza energética y la formación del patriarcado, en términos de dominación y subordinación, a través de la explotación del cuerpo de las mujeres. Las mujeres sufren no solo violencia, sino también ciertas representaciones culturales que las marginan. En resumen, nos enfrentamos a un sistema económico y energético que es perjudicial, opresivo, patriarcal y fundamentado en la desigualdad (Rativa, 2021).
La quema de combustibles fósiles ha exacerbado una grave crisis global que enfrenta la humanidad, y que incluso pone en peligro nuestra supervivencia. Esta crisis se manifiesta en problemas como el agotamiento de los comunes, la pérdida de biodiversidad, la degradación ambiental, la crisis climática, la creciente pobreza y desigualdad, la disminución de la energía disponible, la usurpación de tierras y derechos y la violación de derechos fundamentales. Todos estos problemas están interrelacionados y señalan un conflicto fundamental entre la civilización occidental, capitalista y antropocéntrica, y los sistemas que nos permiten nuestra supervivencia (Herrero, 2021, p. 10). Más aún, con la evidencia de que los hidrocarburos están alcanzando su límite ambiental, energético y económico de extracción es cada vez más evidente, lo que exacerba las disputas por la energía y, al mismo tiempo, acelera las discusiones sobre la transición energética. En estos debates, se reconocen las propuestas de las mujeres. Ellas demandan la urgencia impulsar cambios culturales profundos en nuestra manera de habitar y relacionarnos con la Tierra y abandonar la senda de los combustibles fósiles. Sin embargo, las élites han impuesto soluciones capitalistas tecnocráticas, han impulsado el uso de energías renovables a gran escala, han propuesto falsas soluciones muchas de ellas fundamentadas desde la economía verde. Esto ha transformado los paisajes rurales, con la aparición de proyectos de energía eólica y solar a gran escala, el impulso de proyectos de hidrógeno y la extracción de minerales como el litio y el cobalto. En el fondo, el interés del capitalismo es avanzar hacia un nuevo ciclo de acumulación, mediante procesos de descarbonización que, si bien no resuelven las múltiples crisis que enfrenta la humanidad, sí aseguran beneficios económicos a un pequeño grupo de empresas y personas. Lo que ha llevado a que, en la actualidad, diferentes actores con distintos niveles de poder e intereses compitan por el acceso a las riquezas minerales necesarios para el desarrollo de los proyectos de energía renovable.
Aunque el debate sobre la transición energética está en el centro de atención en muchos países, la verdad es que el consumo de energía sigue aumentando y los combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón siguen siendo los principales actores en la matriz energética global. Mientras tanto, los nuevos desarrollos en energías renovables no tienen en cuenta los límites físicos del planeta, lo que ha dado lugar a una nueva oleada de conflictos socioecológicos. En estas disputas también se manifiestan diferentes formas de entender la relación entre la sociedad y la naturaleza, diferentes perspectivas de género, diversas formas de relacionarse con la energía.
Este artículo buscar hacer una reflexión a partir de los caminos recorridos por Censat Agua Viva, una organización ambientalista colombiana, de la que soy parte, con profundas raíces en las luchas de defensa territorial frente a los proyectos extractivos, y en particular de su aprendizaje con las organizaciones de mujeres y los debates sobre la energía y la transición energética.
El aplanador discurso a favor del fracking
27 agosto 2021
Por:
Tatiana Roa Avendaño[1]
Natalia Orduz Salinas[2]
El gobierno nacional colombiano defiende e impulsa la técnica de explotación petrolera llamada fracturamiento hidráulico o fracking en formaciones de lutitas, objeto de un gran debate nacional y mundial. Al momento de escribir este artículo, un gravísimo suceso ocurría en el país en relación con el desarrollo petrolero, de consecuencias prolongadas y que avivó la polémica alrededor del fracking, que el país se instaló desde hace cinco años por sus posibles efectos en la vida de comunidades y territorios.
El 2 de marzo de 2018, en la quebrada Lizama y el Caño Ciego del municipio de Barrancabermeja, explotó uno de los pozos abiertos en esa quebrada por la Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol). El chorro de aceite, lodo y agua alcanzó una altura de más de 15 metros, que provocó uno de los más graves derrames de hidrocarburos de los últimos tiempos. Ese pozo se conoce como Lisama 158p y se ubicó justamente a 27 kilómetros en línea recta del proyecto de Ecopetrol para hacer un experimento piloto de fracking. El desbordamiento del crudo contaminó más de 24 kilómetros de la quebrada, algunos kilómetros del río Sogamoso y se cree que trazas de petróleo llegaron al río Magdalena. La región, densamente poblada por campesinos y pescadores en pequeños asentamientos alrededor de las fuentes hídricas y las vías principales, se ha visto gravemente afectada ambiental, social y económicamente.
El fracking en lutitas o rocas generadora paraextraer petróleo o gas es un procedimiento tecnológico que se viene abriendo camino en Colombia desde hace casi dos décadas en favor de las empresas petroleras, que desde el año 2000 han hecho varios esfuerzos por avanzar con proyectos de los llamados yacimientos no convencionales (YNC). Entre estos, el fracking es quizás el más debatido. En Boyacá y Cundinamarca, la petrolera canadiense Nexen Petroleum Colombia Limited (en adelante, Nexen) ha explorado formaciones de lutitas en busca de gas; en los departamentos de Cesar y de La Guajira, Ecopetrol y la empresa estadounidense de carbón Drummond tienen proyectos para explotar metano en mantos de carbón. Otras compañías que han incursionado en el negocio son la angloholandesa Shell, las también estadounidenses Exxon y Connoco Phillips y la canadiense Canacol. En la Ronda de negocios petrolera de 2012, fue cuando se adelantó la primera y amplia oferta de crudos no convencionales.
En el último quinquenio, poblaciones y organizaciones ambientalistas lograron posicionar un amplio debate nacional sobre los yacimientos no convencionales, en particular, sobre su explotación por medio del fracking. Pasaron varios años mientras los proyectos exploratorios avanzaban sigilosamente buscando campos para fracking, antes que organizaciones ambientalistas y sociales levantaran denuncias que lograran tener receptividad en el resto de la población colombiana. Fue así como en 2012, varias organizaciones de Boyacá, Meta y Bogotá promovieron la llamada Primera Jornada Nacional contra el Fracking.
Después de que el debate se instalara en el país y de que llegara a otros lugares del mundo, jóvenes del municipio de Guasca (Cundinamarca) y luego pobladores locales en el municipio de San Martín (Cesar) iniciaron fuertes campañas locales. Activistas y comunidades denunciaron los riesgos que entrañan proyectos petroleros portadores de una técnica ampliamente cuestionada internacionalmente.
A medida que ha crecido la oposición ciudadana al fracking, se ha hecho más insistente la voluntad de del gobierno colombiano por implementarlo, representado en esta materia por el Ministerio de Minas y Energía. A tal oposición la antecede y la constituye un conflicto socioambiental antiguo generado por la explotación de hidrocarburos en sí misma, que en nuestro país tiene cerca de un siglo. La actividad petrolera hoy tiene una inmensa deuda ambiental con las regiones extractoras: la promesa de desarrollo para ellas nunca llegó. Al contrario, las comunidades han denunciado daños ambientales, sociales, culturales y económicos. Adicionalmente, la sensibilidad ambiental de la población ha crecido a medida que la crisis ambiental se agrava.
En las siguientes páginas, se analiza especialmente el discurso con el que el Estado promueve el fracking, mostrar sus componentes, recursos y los sectores aliados. También se presentan los procedimientos que utiliza en el debate con los sectores que están en contra del fracturamiento hidráulico y hacer una valoración del debate. Este análisis se desarrolla en la tercera parte y toma como referencia teórica y metodológica la propuesta del lingüista de los Países Bajos Teun Van Dijk para analizar de manera crítica un discurso ideológico de un grupo de interés con una relativa posición de poder.
La hipótesis que nos motivó a este análisis es que el discurso estatal es muy cercano al de la industria petrolera y, al mismo tiempo, es excluyente con la ciudadanía y las comunidades que cuestionan la técnica, desconoce la diversidad territorial y étnica y, por ello mismo, tiene un carácter antidemocrático.
La primera y la segunda parte se presentan como el contexto en los que se surge este discurso. La primera, describe los avances del fracking en Colombia y la segunda resume las críticas de los movimientos sociales ante esa técnica. Concluimos el texto con algunas reflexiones a partir de la confrontación de algunos de los pilares de este discurso con las respuestas que dieron –o no dieron– estos defensores del fracking a una situación real: el derrame de petróleo en el pozo Lisama 158p.
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[1] Ambientalista colombiana, miembro de Censat Agua Viva y de la Alianza Colombia Libre de Fracking
[2] Ambientalista colombiana, defensora de derechos
NOTA: Este artículo hace parte de libro: Conflictividad socioambiental y lucha por la tierra en Colombia. Entre el Posacuerdo y la globalización, editado por Catalina Toro Pérez, Pablo Ignación Reyes e Ivonne Patricia León y publicado por la editorial de la Universidad Nacional de Colombia (2021)
Pluriverse. A Post-Development Diccionary
22 julio 2019
En esta publicación Daniele del Bene, Juan Pablo Soler y Tatiana Roa Avendaño aportamos nuestra definición de Soberanía Energética. Este concepto que viene siendo construido por diversos movimientos sociales que luchan contra la privatización de la energía y de las afectadas y los afectados por represas.
Descarge libremente el PDF en el siguiente link: https://www.academia.edu/39692614/Pluriverse_A_Post-Development_Dictionary_AUF_2019.NEW_BOOK_edited_by_Ashish_Kothari_Ariel_Salleh_Arturo_Escobar_Federico_Demaria_and_Alberto_Acosta._Download_full_ebook_for_free_PDF._License_Creative_Commons
Por Bibiana Duarte Abadía* y Tatiana Roa Avendaño**
Introducción
En los páramos1 de Colombia nace gran parte de los principales ríos del país; más aún, Colombia tiene la mayor parte de los páramos del planeta que representan alrededor del 2 % de la superficie continental del país. A pesar de su importancia, la situación es crítica. Un informe de la Contraloría General advierte que su deterioro y su actual estado podría afectar el abastecimiento hídrico de ciudades como Bogotá, Medellín y Bucaramanga. Además, las actividades mineras están sumando nuevos conflictos de los que actualmente provocan los procesos de expansión de la frontera agrícola sobre estos ecosistemas. Estas dos actividades económicas son consideradas las principales presiones de deterioro que hoy en día enfrentan los páramos en Colombia.
En la última década, los gobiernos de los presidentes Uribe (2002-2010) y Santos (2010-2018) han venido promoviendo políticas que favorecen la inversión extranjera para el desarrollo extractivista, entregando gran parte del país en concesiones mineras y petroleras a empresas nacionales o internacionales.
Para leer el artículo completo descargue el PDF anexo:
Cap 3 Duarte-Roa_Paramos y concepciones
Este artículo está publicado en el libro:
Cerrejón: el regalo maldito
1 marzo 2019
Por Tatiana Roa Avendaño
Bogotá, 1 de marzo de 2019
En el horizonte hacia el norte del municipio de Barrancas, en el departamento de La Guajira, se aprecia una serie de montículos; cualquier desprevenido pensaría hacen parte de las estribaciones de los Montes de Oca, un sistema montañoso situado en la región suroriental del departamento de La Guajira. No es así: son montañas artificiales de materiales estériles1, formadas luego de más de tres décadas de extracción de carbón térmico para la exportación. El emblemático cerro de El Cerrejón2, del que derivó el nombre de la mina, se extravía visualmente en medio de las múltiples montañas de estériles que ahora le rodean. El Cerrejón ya no es el cerro sagrado wayúu, ahora está bloqueado por la mina de carbón. El desarrollo minero no sólo se apropió del territorio, sino también de los referentes simbólicos de los pueblos guajiros3: indígenas wayúu y afrocolombianos, habitantes ancestrales de la península que lleva el nombre del departamento. Alrededor de 69 mil hectáreas son parte del proyecto minero, la mina de carbón a cielo abierto más grande del continente.
El antiguo valle del río Ranchería, que poseía las tierras más fértiles de esta región semi-seca, se transformó en un paisaje minero que consiste en protuberancias y cavidades, carreteables y carrileras del tren. Por él circulan cientos de mega-camiones que mueven el estéril y de paso moldean el paisaje. En el interior de la mina, veinticuatro horas cada día, como pequeñas hormigas transitan las grandes máquinas retroexcavadores que horadan la tierra extrayendo el mineral fósil. El tren se dirige al norte para llevar el carbón al puerto para su exportación hacia mercados de Europa, Norteamérica y Asia. El polvillo de estéril y de carbón se esparce por toda la zona y al reaccionar con el agua y el aire, contamina los ríos, los aljibes, los cultivos, los poblados. Un reciente informe de Indepaz (2018: 12) dice: “Las mediciones de la propia empresa demostraron alcanzar niveles de concentraciones de metales pesados como cadmio, plomo, zinc y manganeso, que sobrepasan de manera repetitiva y extrema los límites establecidos para preservar la flora y fauna”. La artista mexicana Dana Prieto llama a estos pasivos ambientales regalos malditos”4. Más de tres décadas de extracción de carbón en La Guajira han provocado profundas transformaciones en el paisaje, en las dinámicas sociales, económicas y culturales de la media Guajira, y en general del departamento. El Cerrejón es un claro ejemplo del extractivismo moderno o neoextractivismo.
1 El material estéril es aquél que no tiene interés minero o económico para la empresa. El geólogo colombiano Julio Fierro cuestiona el hecho de que este material muchas veces se llama o considera inerte, es decir, que no puede producir reacciones químicas. Sin embargo, al entrar en contacto con el agua y el aire, provoca reacciones y produce aguas ácidas.
2 El cerro del Cerrejón es un lugar sagrado del pueblo wayúu. Allí se encuentran gran parte de las plantas medicinales que hacen parte de la tradición de los wayúu y afrocolombianos. El Cerro está dentro del área de concesión. Pero actualmente está controlado por un batallón minero-energético y los habitantes locales no pueden subir al cerro.
3 Todos los proyectos de la empresa minera han sido bautizados con nombres indígenas, como por ejemplo, el proyecto P500, para desviar el río Ranchería, fue nombrado Liwo ‘Uyaa, que en wayúu significa “las estrellas que anuncian la primavera”
4 La artista expresa que lo que deja la minería en los territorios, son regalos malditos que prometen progreso, mejoras estructurales, beneficios ambientales, pero que resultan ser más una maldición.
Colombia: desarrollo, hidrocracias y estrategias de resistencia de las comunidades afectadas por Hidroituango
18 febrero 2019
Por Juan Pablo Soler y Tatiana Roa Avendaño
1. Introducción
El proyecto Hidroituango refleja cómo después de varios años de construir hidroeléctricas y de tomar el control de las aguas del departamento Antioquia se oficializa el despojo de tierras, de las aguas y de las culturas a través de los discursos de «desarrollo», «progreso» y las figuras jurídicas de utilidad pública. Las alianzas políticas, junto con poderes económicos representados a través de empresas constructoras, bancos internacionales y/o propietarios de las tierras, constituyen redes de autoridad poderosas, encargadas de materializar cada uno de estos discursos. Sin embargo, a medida que la construcción del proyecto Hidroituango avanza, estos discursos de desarrollo y utilidad pública se transforman en estrategias para despojar a los pobladores locales de su río, sus lugares y formas de vida. Por su parte, las comunidades afectadas han avanzado en procesos de organización social, promovidos por el Movimiento Ríos Vivos de Antioquia. El acceso a la información clara, utilización de recursos legales, movilizaciones masivas y otras acciones de resistencia se encaminan hacia el respecto de los derechos de las poblaciones afectadas.
Lea el texto completo en el archivo anexo
Autores: María Cecilia Roa García*, Tatiana Roa Avendaño**
y Alberto Acosta***
No hay un camino para la paz,
La paz es el camino
Mahatma Gandhi
Artículo publicado en: Ecología Política Latinoamericana. Pensamiento crítico, diferencia latinoamericana y rearticulación epistémica. Clacso
Ilustracion: Angie Vanessita. http://www.angievanessita.com
Colombia en transición hacia la paz con justicia ambiental.
El año 2016 marca un nuevo comienzo en la historia de Colombia. Con la ratificación del acuerdo entre el Estado colombiano con las FARC se pretende poner fin a un período de más de 50 años de hostilidades. Igualmente quedó abierta la puerta para la negociación entre el gobierno nacional y el Ejército de Liberación Nacional – ELN. Sin minimizar la trascendencia de este proceso, argumentamos que el fin del conflicto armado en Colombia podría conducir a la exacerbación de los conflictos socio-ambientales que han caracterizado la larga historia de actividades extractivas y de los métodos violentos que han primado en este país para lidiar con dichos conflictos. Recordemos que el gobierno de Colombia depende del sector extractivo como generador de ingresos, y ha asignado grandes áreas a inversionistas privados para el desarrollo de actividades asociadas
con la extracción petrolera, minera, y los monocultivos para exportación; y por otro lado, porque propone el extractivismo como fundamental para financiar, espera que los ingresos que se obtengan del extractivismo sean una fuente fundamental de financiamiento de muchos compromisos del proceso de transición a la paz.
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GT_Ecologia_politica_Tomo_I_artículo
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